
He tenido que dejar reposar este texto unos días. No siempre, la indignación es la mejor guía para una pluma. En muchos casos, sí, pero cuando el debate se ha ensuciado tanto, es mejor respirar y con una gran bocanada de aire fresco en los pulmones tratar de nadar hasta la orilla.
Este texto es la historia de unas brazadas contra un torbellino de censura que amenaza con engullirlo todo.
La mañana del viernes 18 de julio de 2014 participé de una entrevista, en radio Democracia. ¿Tema? El 16 de julio de 2014, el Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación, Cordicom, había expresado su “preocupación” por las informaciones y opiniones que han sido vertidas en los últimos días por los medios de comunicación relativas al proyecto de Código Monetario y Financiero que se debate en la Asamblea, e instó a los medios “a la práctica de opiniones éticas que prevengan injustificados temores sociales”. Y añadía: A través de un comunicado difundido en la página web institucional, que “de forma prevalente circulan expresiones que, sin la debida constatación, contextualización y rigurosidad, han generado opiniones débilmente fundamentadas que podrían ocasionar inquietudes injustificadas en los depositantes y otros actores del sector económico y productivo ecuatoriano y extranjero, así como en la sociedad en general. Esta práctica contraría las normas básicas de la ética periodística y no contribuye en nada al debate y entendimiento del referido proyecto”.
Tal advertencia había sido interpretada por muchos periodistas, analistas y sectores de opinión como una invitación a la “censura previa”. Fundamedios habló de “advertencia” en una alerta emitida el mismo miércoles 16 de julio. Y, yo de forma personal, califiqué a tal comunicado como un acto de intimidación.
El comunicado del Cordicom era un despropósito total. No lo digo yo. Decenas de voces se alzaron indignadas ante la advertencia. Hay más. Si se analiza, en el comunicado se ve claramente cómo el Cordicom viola la Constitución y las leyes y se toma funciones que no le competen y se ponen a interpretar la Constitución de la República, acto que solo corresponde a la Corte Constitucional o al Congreso. Literalmente dice el comunicado: “La Constitución de la República de Ecuador, en el artículo 18 numeral 1, reconoce el derecho de todas las personas, de forma individual y colectiva, a buscar, intercambiar, producir, difundir y recibir información veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural, sin censura previa acerca de los hechos, acontecimientos y procesos de interés general y con responsabilidad ulterior. Esto significa, conforme lo determina la normativa vigente, que toda información de interés público, entendido como aquel que puede afectar los derechos ciudadanos o el orden constituido, las relaciones internacionales, o que pueda causar pánico o alarma social, debe cumplir con criterios de rigurosidad”.
En estos párrafos, el Cordicom introduce elementos que no están en la Constitución para interpretarla a su modo: Uno, el concepto de información de interés público. Dos, la misma definición de ·información de interés público, definida ad hoc para que calce con el llamado a la censura que hacen. E incorporan un criterio que tampoco está en la Constitución, aquello de “la rigurosidad” que lo tratan de deslizar dentro a los ya problemáticos calificativos de “veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural”.
Finalmente, pero no de menor importancia, los miembros del Cordicom, se vuelven magos para transformar “información” en “opinión” y mezclarlo todo como si fuera una sola cosa. El truco lo realizan en el párrafo continuo del comunicado: “Con estos antecedentes el Cordicom, como órgano que regula el derecho a la información y comunicación en nuestro país, observa con preocupación la forma en que a través de diferentes medios de comunicación social vienen difundiéndose informaciones y opiniones relativas al proyecto de Código Monetario y Financiero y su trámite en el Legislativo, con afirmaciones sobre posibles “riesgos” en la estabilidad del sistema financiero ecuatoriano, de producirse la aprobación de la referida propuesta”.
Cabe señalar que los subrayados son míos, pero está clarísimo. La pregunta es: ¿Se puede esperar mayor grado de arbitrariedad, incoherencia y manipulación de unas autoridades que reclaman para sí el derecho de decir a los medios lo que es verdad y lo que no, lo que es ético y lo que no? Ya realizada la transmutación de opinión como información y las dos mezcladas como “expresiones”, continúa de esta forma: “De forma prevalente circulan expresiones que, sin la debida constatación, contextualización y rigurosidad, han generado opiniones débilmente fundamentadas que podrían ocasionar inquietudes injustificadas en los depositantes y otros actores del sector económico y productivo ecuatoriano y extranjero, así como en la sociedad en general. Esta práctica contraría las normas básicas de la ética periodística y no contribuye en nada al debate y entendimiento del referido proyecto”.
Con ese contexto: Al mediodía del jueves 17 recibí una llamada de Gonzalo Rosero, director de Radio Democracia, preguntándome si podía compartir una entrevista con Paulina Mogrovejo, consejera del Consejo de Regulación de la Comunicación e Información conocido como Cordicom. Lo acepté, había escuchado entrevistas de la consejera y me parecía que a diferencia de otros consejeros, se podía mantener una conversación civilizada. Para esto, al mismo tiempo que el Cordicom advertía y exhortaba a los medios para que se autocensuren, se emitía un comunicado sobre Fundamedios y hablaban de boicot, en medio de una serie de calificativos que desdice de su calidad de autoridades que, se supone, deben estar investidas de ponderación y serenidad. Por eso, en la organización decidimos llamar al Cordicom a la calma y rechazar los términos del comunicado, como era obvio.
Esa noche, muchos nos fuimos a dormir con la preocupación de la detención de tres dirigentes sociales, la agresión física a una periodista que cubrió la marcha de los trabajadores a la Plaza Grande y el operativo realizado por gente del Ministerio del Interior con la Policía de Migración en el acto de cierre de Fundación Pachamama y la detención momentánea de tres activistas. Así nomás.
A las 07:45 llegué a Radio Democracia y sin ninguna advertencia previa me encuentro con la sorpresa de que el Cordicom había decidido enviarme no una, sino dos consejeros. Hernán Reyes, profesor universitario estaba allí… Este señor, desde que se convirtió en censor designado, había expresado públicamente su odio personal… Confieso que evalué irme. En esas condiciones, la posibilidad de un diálogo civilizado se desvanecían, pero… pensé que dejar esto como un monólogo, no era lo más apropiado. Me armé de estómago y me quedé.
Luego Gonzalo Rosero explicó al aire, que la noche anterior, como a las 9pm, había recibido una llamada de una funcionaria de nacionalidad española del Cordicom para decirle que en el Consejo había decidido que también debía ir Hernán Reyes a la entrevista, de lo contrario no se presentaría. Ante el chantaje, el periodista cedió. Tampoco me avisó de las nuevas condiciones. Juzguen ustedes mismos, cómo están las cosas. Imaginen a los consejeros sesionando y decidiendo que para un debate con el director de Fundamedios, tienen que asegurarse superioridad numérica, porque de lo otro…
Puedo decir que en Radio Democracia se trató de emboscarme y estaría siendo literal. Los consejeros acudieron con un ejército de funcionarios: fotógrafa, camarógrafa, un encargado de tuitear en vivo que solo escuchaba lo que decían los consejeros, especialmente de Reyes, y un largo etcétera.
En realidad, el viernes 18 de julio se intentó lincharme, ya no solo mediáticamente, como ha hecho con el aparato de propaganda gubernamental y los operadores políticos disfrazados de periodistas que están a su servicio.
Me senté en una esquina, al lado de Paulina Mogrovejo. Apenas abrí el Ipad, para revisar mis notas, sentí la mirada escrutadora de la consejera y enseguida le pasó un papelito a Reyes. Noté que tenía perfectamente establecido en un documento impreso las “líneas argumentales” de su intervención. Esto va a ser guerra, pensé. No me equivoqué. Los consejeros cumplieron la rutina del policía bueno y del policía malo a la perfección. Por supuesto, en este caso hablamos de la policía del pensamiento. Primero, la suavidad de Paulina Mogrovejo. A continuación, Hernán Reyes con toda la agresividad.
Mi intervención se dio al final de la primera ronda. Fui interrumpido de forma grosera y constante por Hernán Reyes, pero dije lo que tenía que decir:
1. Entiendo el nerviosismo del Consejero y el mal humor de los consejeros: Les toca defender lo indefendible una Ley de Comunicación repudiada unánimemente, con más de 40 pronunciamientos en todo el mundo, que la señalan como un serio ataque a la libertad de expresarme libremente.
2. Hice un recuento de las actuaciones de la institucionalidad creada para vigilar y castigar a los medios, periodistas y ciudadanos, de la cual el Cordicom es un organismo más. Son hasta siete sistemas de vigilancia creados para vigilar o “monitorear” a los medios 24 horas al día, siete días a la semana.
3. Reiteré mi posición personal que el comunicado del Cordicom era un acto de intimidación a los medios, que se alineaba íntegramente (demostrando su cuestionable independencia) a los pronunciamientos de ministros y asambleístas del partido de Gobierno, quienes desde el primer minuto actuaron para sacar de y a los medios de la discusión del código.
4. Argumenté, que podían llamarlo como quieran, pero en el fondo el Cordicom se había tomado la potestad de señalar qué se podía decir y qué no se podía decir en la discusión del Código Monetario. Utilicé las mismas palabras de Paulina Mogrovejo para demostrarlo: no se puede hablar de desdolarización, tampoco de que el Estado va a controlar los ahorros de los ecuatorianos. pero, justamente, el debate sobre una Ley se basa en sus posibles efectos. Unos dirán que serán muy positivos, otros que son negativos. Se trata de hechos futuros, de posibilidades que son explorados por las herramientas del análisis.
Lo que vino a continuación en Radio Democracia fue, por decir lo menos, incómodo. La consejera Paulina Mogrovejo señaló que debíamos discutir de lo que “importa a los ciudadanos” (la buena) y a continuación Hernán Reyes desde que tomó el micrófono se volcó en ataques de todo tipo (el otro policía). Lo interrumpí para decirle que pare los ataques y le hiciera caso a su propia compañera. Se armó el zafarrancho. Reyes me miraba con un odio incontenible. Supongo que para el oyente habrá sido insoportable. Pido disculpas a ellos. En mi descargo, puedo decir que trataba de evitar que el panel se convirtiera en lo que se convirtió.
El consejero del Cordicom no paró en ataques durante toda la intervención. Adivinó mis “maliciosas intenciones”. Habló de incoherencia, mezclando posiciones de varios actores como si fueran todas de uno. Conocía lo que leo y no leo (“no ha leído la Ley”), en fin, se dijo tal cantidad de mentiras, medias verdades, simples infamias, que resulta inoficioso apuntar una por una. Y, además, aburrido.
Por supuesto, el ejército de funcionarios que acompañaban a los consejeros solo escucharon de una oreja y se atrevieron a hablar de “debate” entre Fundamedios y Cordicom. Es increíble para un organismo que se toma la potestad de juzgar la ética de los periodistas, que exhorta a los medios sobre cómo deben realizar su trabajo, que se atreve a dictar cátedras y establecer parámetros de lo que debe ser el periodismo… responsable.
Al final de la entrevista, me despedí de todos, le abrí la puerta a la consejera Paulina Mogrovejo y me quedé conversando unos momentos con el periodista Jorge Ortiz convocado para la siguiente entrevista. Con el rabillo del ojo, alcancé a ver cómo el consejero de gris entero se dirigía encorvado y malhumorado hacia el ascensor, seguido de una parte del séquito del poder.
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