El Estado de propaganda

Publicado originalmente en Diario Hoy, el 13/Septiembre/2012

Afiche de la película chilena "propaganda".
Afiche de la película chilena «Propaganda».

No sé si les pasa lo mismo, pero con dolor del alma he preferido apagar el televisor y privarme de ver las eliminatorias mundialistas ante el verdadero acoso que se sufre con la publicidad oficial. No exagero, cada minuto se suceden las menciones y spots de los «Avanzamos Patria» o de la construcción del nuevo Quito, mientras el alcalde se abraza con sus electores… Hemos llegado a un punto de descaro impresionante. Y está clarísimo por qué no venden los canales incautados. La jugada es maestra y se llama falta de transparencia o ausencia de rendición de cuentas.

Como los canales incautados son empresas de derecho privado, administradas «temporalmente» por el Estado, escapan (según su propia interpretación) de los controles normales a los recursos públicos. Como, además, deben «preservar su valor», entonces cualquier práctica o estrategia comercial es lícita. Pongamos que hubiera sido Ecuador TV el que compraba los derechos para retransmitir las eliminatorias. Por lo menos, se habría tenido el derecho a preguntar ¿cuánto pago? ¿En cuánto está vendiendo los espacios de publicidad? ¿Quiénes son los auspiciantes? E incluso se podría debatir si es conveniente que un canal estatal compre los derechos del fútbol. Con los canales incautados, de un plumazo se ahorran todas las explicaciones. Sencillamente, no tienen por qué darlas.

Pero más allá del truco para no rendir cuentas, es fundamental preguntarse sobre la legitimidad misma de la publicidad oficial. Si bien, en buena parte de América Latina (México o Venezuela, para no ir más lejos), se ve como normal que los gobiernos de todos nivel y de todo signo se autopromocionen, esta práctica está lejos de ser normal en las democracias desarrolladas, sobre todo de Europa. Y existe una buena razón: el recuerdo del papel que jugó la propaganda política en las dos guerras. En especial, la propaganda de los regímenes nazis y fascistas.

En la exposición «El estado de la decepción» que estuvo abierta en el Museo del Holocausto de Washington D.C. se podía ver cómo Hitler, en persona, aprendió las técnicas más avezadas de propaganda con lo que hacían los aliados con los mismos alemanes durante la I Guerra Mundial. Luego el pavoroso recorrido nos conduce a la imagen de Hitler mirando al horizonte mientras la juventud enarbola una bandera y las autopistas relucen con el nuevo sol… Más tarde llega Goebbels y la propaganda se usa para estigmatizar a los enemigos de «Alemania», en especial a los «siniestros» judíos…

Así que en las democracias modernas, el acuerdo tácito es que no se puede entregar al poder político una herramienta tan poderosa como la propaganda, porque cualquier cosa puede pasar. No hablemos de holocaustos. Pueden ser hechos más pedestres como que se usen las cadenas nacionales para aclarar lo que desayuna el presidente porque «el compromiso con el pueblo y la verdad», así lo exigen (espeluzna que quienes administran el Estado se declaren, además, los propietarios y administradores de la verdad). O que se usen los recursos públicos para promocionar a personajes políticos de forma «ilegal», como lo monitorea la organización de la sociedad civil Participación Ciudadana, según notas publicadas en la prensa.

Autor: César Ricaurte – Ciudad Quito

 

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Crónica de una emboscada

El Aguante

He tenido que dejar reposar este texto unos días. No siempre, la indignación es la mejor guía para una pluma. En muchos casos, sí, pero cuando el debate se ha ensuciado tanto, es mejor respirar y con una gran bocanada de aire fresco en los pulmones tratar de nadar hasta la orilla.

Este texto es la historia de unas brazadas contra un torbellino de censura que amenaza con engullirlo todo.

La mañana del viernes 18 de julio de 2014 participé de una entrevista, en radio Democracia. ¿Tema? El 16 de julio de 2014, el Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación, Cordicom, había expresado su “preocupación” por las informaciones y opiniones que han sido vertidas en los últimos días por los medios de comunicación relativas al proyecto de Código Monetario y Financiero que se debate en la Asamblea, e instó a los medios “a la…

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Crónica de una emboscada

He tenido que dejar reposar este texto unos días. No siempre, la indignación es la mejor guía para una pluma. En muchos casos, sí, pero cuando el debate se ha ensuciado tanto, es mejor respirar y con una gran bocanada de aire fresco en los pulmones tratar de nadar hasta la orilla.

Este texto es la historia de unas brazadas contra un torbellino de censura que amenaza con engullirlo todo.

La mañana del viernes 18 de julio de 2014 participé de una entrevista, en radio Democracia. ¿Tema? El 16 de julio de 2014, el Consejo de Regulación y Desarrollo de la Información y Comunicación, Cordicom, había expresado su “preocupación” por las informaciones y opiniones que han sido vertidas en los últimos días por los medios de comunicación relativas al proyecto de Código Monetario y Financiero que se debate en la Asamblea, e instó a los medios “a la práctica de opiniones éticas que prevengan injustificados temores sociales”. Y añadía: A través de un comunicado difundido en la página web institucional, que “de forma prevalente circulan expresiones que, sin la debida constatación, contextualización y rigurosidad, han generado opiniones débilmente fundamentadas que podrían ocasionar inquietudes injustificadas en los depositantes y otros actores del sector económico y productivo ecuatoriano y extranjero, así como en la sociedad en general. Esta práctica contraría las normas básicas de la ética periodística y no contribuye en nada al debate y entendimiento del referido proyecto”.

Tal advertencia había sido interpretada por muchos periodistas, analistas y sectores de opinión como una invitación a la “censura previa”. Fundamedios habló de “advertencia” en una alerta emitida el mismo miércoles 16 de julio. Y, yo de forma personal, califiqué a tal comunicado como un acto de intimidación.

El comunicado del Cordicom era un despropósito total. No lo digo yo. Decenas de voces se alzaron indignadas ante la advertencia. Hay más. Si se analiza, en el comunicado se ve claramente cómo el Cordicom viola la Constitución y las leyes y se toma funciones que no le competen y se ponen a interpretar la Constitución de la República, acto que solo corresponde a la Corte Constitucional o al Congreso. Literalmente dice el comunicado: “La Constitución de la República de Ecuador, en el artículo 18 numeral 1, reconoce el derecho de todas las personas, de forma individual y colectiva, a buscar, intercambiar, producir, difundir y recibir información veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural, sin censura previa acerca de los hechos, acontecimientos y procesos de interés general y con responsabilidad ulterior. Esto significa, conforme lo determina la normativa vigente, que toda información de interés público, entendido como aquel que puede afectar los derechos ciudadanos o el orden constituido, las relaciones internacionales, o que pueda causar pánico o alarma social, debe cumplir con criterios de rigurosidad”.

En estos párrafos, el Cordicom introduce elementos que no están en la Constitución para interpretarla a su modo: Uno, el concepto de información de interés público. Dos, la misma definición de ·información de interés público, definida ad hoc para que calce con el llamado a la censura que hacen. E incorporan un criterio que tampoco está en la Constitución, aquello de “la rigurosidad” que lo tratan de deslizar dentro a los ya problemáticos calificativos de “veraz, verificada, oportuna, contextualizada, plural”.

Finalmente, pero no de menor importancia, los miembros del Cordicom, se vuelven magos para transformar “información” en “opinión” y mezclarlo todo como si fuera una sola cosa. El truco lo realizan en el párrafo continuo del comunicado: “Con estos antecedentes el Cordicom, como órgano que regula el derecho a la información y comunicación en nuestro país, observa con preocupación la forma en que a través de diferentes medios de comunicación social vienen difundiéndose informaciones y opiniones relativas al proyecto de Código Monetario y Financiero y su trámite en el Legislativo, con afirmaciones sobre posibles “riesgos” en la estabilidad del sistema financiero ecuatoriano, de producirse la aprobación de la referida propuesta”.

Cabe señalar que los subrayados son míos, pero está clarísimo. La pregunta es: ¿Se puede esperar mayor grado de arbitrariedad, incoherencia y manipulación de unas autoridades que reclaman para sí el derecho de decir a los medios lo que es verdad y lo que no, lo que es ético y lo que no? Ya realizada la transmutación de opinión como información y las dos mezcladas como “expresiones”, continúa de esta forma: “De forma prevalente circulan expresiones que, sin la debida constatación, contextualización y rigurosidad, han generado opiniones débilmente fundamentadas que podrían ocasionar inquietudes injustificadas en los depositantes y otros actores del sector económico y productivo ecuatoriano y extranjero, así como en la sociedad en general. Esta práctica contraría las normas básicas de la ética periodística y no contribuye en nada al debate y entendimiento del referido proyecto”.

Con ese contexto: Al mediodía del jueves 17 recibí una llamada de Gonzalo Rosero, director de Radio Democracia, preguntándome si podía compartir una entrevista con Paulina Mogrovejo, consejera del Consejo de Regulación de la Comunicación e Información conocido como Cordicom. Lo acepté, había escuchado entrevistas de la consejera y me parecía que a diferencia de otros consejeros, se podía mantener una conversación civilizada. Para esto, al mismo tiempo que el Cordicom advertía y exhortaba a los medios para que se autocensuren, se emitía un comunicado sobre Fundamedios y hablaban de boicot, en medio de una serie de calificativos que desdice de su calidad de autoridades que, se supone, deben estar investidas de ponderación y serenidad. Por eso, en la organización decidimos llamar al Cordicom a la calma y rechazar los términos del comunicado, como era obvio.

Esa noche, muchos nos fuimos a dormir con la preocupación de la detención de tres dirigentes sociales, la agresión física a una periodista que cubrió la marcha de los trabajadores a la Plaza Grande y el operativo realizado por gente del Ministerio del Interior con la Policía de Migración en el acto de cierre de Fundación Pachamama y la detención momentánea de tres activistas. Así nomás.

A las 07:45 llegué a Radio Democracia y sin ninguna advertencia previa me encuentro con la sorpresa de que el Cordicom había decidido enviarme no una, sino dos consejeros. Hernán Reyes, profesor universitario estaba allí… Este señor, desde que se convirtió en censor designado, había expresado públicamente su odio personal… Confieso que evalué irme. En esas condiciones, la posibilidad de un diálogo civilizado se desvanecían, pero… pensé que dejar esto como un monólogo, no era lo más apropiado. Me armé de estómago y me quedé.

Luego Gonzalo Rosero explicó al aire, que la noche anterior, como a las 9pm, había recibido una llamada de una funcionaria de nacionalidad española del Cordicom para decirle que en el Consejo había decidido que también debía ir Hernán Reyes a la entrevista, de lo contrario no se presentaría. Ante el chantaje, el periodista cedió. Tampoco me avisó de las nuevas condiciones. Juzguen ustedes mismos, cómo están las cosas. Imaginen a los consejeros sesionando y decidiendo que para un debate con el director de Fundamedios, tienen que asegurarse superioridad numérica, porque de lo otro…

Puedo decir que en Radio Democracia se trató de emboscarme y estaría siendo literal. Los consejeros acudieron con un ejército de funcionarios: fotógrafa, camarógrafa, un encargado de tuitear en vivo que solo escuchaba lo que decían los consejeros, especialmente de Reyes, y un largo etcétera.

En realidad, el viernes 18 de julio se intentó lincharme, ya no solo mediáticamente, como ha hecho con el aparato de propaganda gubernamental y los operadores políticos disfrazados de periodistas que están a su servicio.

Me senté en una esquina, al lado de Paulina Mogrovejo. Apenas abrí el Ipad, para revisar mis notas, sentí la mirada escrutadora de la consejera y enseguida le pasó un papelito a Reyes. Noté que tenía perfectamente establecido en un documento impreso las “líneas argumentales” de su intervención. Esto va a ser guerra, pensé. No me equivoqué. Los consejeros cumplieron la rutina del policía bueno y del policía malo a la perfección. Por supuesto, en este caso hablamos de la policía del pensamiento. Primero, la suavidad de Paulina Mogrovejo. A continuación, Hernán Reyes con toda la agresividad.

Mi intervención se dio al final de la primera ronda. Fui interrumpido de forma grosera y constante por Hernán Reyes, pero dije lo que tenía que decir:

1. Entiendo el nerviosismo del Consejero y el mal humor de los consejeros: Les toca defender lo indefendible una Ley de Comunicación repudiada unánimemente, con más de 40 pronunciamientos en todo el mundo, que la señalan como un serio ataque a la libertad de expresarme libremente.

2. Hice un recuento de las actuaciones de la institucionalidad creada para vigilar y castigar a los medios, periodistas y ciudadanos, de la cual el Cordicom es un organismo más. Son hasta siete sistemas de vigilancia creados para vigilar o “monitorear” a los medios 24 horas al día, siete días a la semana.

3. Reiteré mi posición personal que el comunicado del Cordicom era un acto de intimidación a los medios, que se alineaba íntegramente (demostrando su cuestionable independencia) a los pronunciamientos de ministros y asambleístas del partido de Gobierno, quienes desde el primer minuto actuaron para sacar de y a los medios de la discusión del código.

4. Argumenté, que podían llamarlo como quieran, pero en el fondo el Cordicom se había tomado la potestad de señalar qué se podía decir y qué no se podía decir en la discusión del Código Monetario. Utilicé las mismas palabras de Paulina Mogrovejo para demostrarlo: no se puede hablar de desdolarización, tampoco de que el Estado va a controlar los ahorros de los ecuatorianos. pero, justamente, el debate sobre una Ley se basa en sus posibles efectos. Unos dirán que serán muy positivos, otros que son negativos. Se trata de hechos futuros, de posibilidades que son explorados por las herramientas del análisis.

Lo que vino a continuación en Radio Democracia fue, por decir lo menos, incómodo. La consejera Paulina Mogrovejo señaló que debíamos discutir de lo que “importa a los ciudadanos” (la buena) y a continuación Hernán Reyes desde que tomó el micrófono se volcó en ataques de todo tipo (el otro policía). Lo interrumpí para decirle que pare los ataques y le hiciera caso a su propia compañera. Se armó el zafarrancho. Reyes me miraba con un odio incontenible. Supongo que para el oyente habrá sido insoportable. Pido disculpas a ellos. En mi descargo, puedo decir que trataba de evitar que el panel se convirtiera en lo que se convirtió.

El consejero del Cordicom no paró en ataques durante toda la intervención. Adivinó mis “maliciosas intenciones”. Habló de incoherencia, mezclando posiciones de varios actores como si fueran todas de uno. Conocía lo que leo y no leo (“no ha leído la Ley”), en fin, se dijo tal cantidad de mentiras, medias verdades, simples infamias, que resulta inoficioso apuntar una por una. Y, además, aburrido.

Por supuesto, el ejército de funcionarios que acompañaban a los consejeros solo escucharon de una oreja y se atrevieron a hablar de “debate” entre Fundamedios y Cordicom. Es increíble para un organismo que se toma la potestad de juzgar la ética de los periodistas, que exhorta a los medios sobre cómo deben realizar su trabajo, que se atreve a dictar cátedras y establecer parámetros de lo que debe ser el periodismo… responsable.

Al final de la entrevista, me despedí de todos, le abrí la puerta a la consejera Paulina Mogrovejo y me quedé conversando unos momentos con el periodista Jorge Ortiz convocado para la siguiente entrevista. Con el rabillo del ojo, alcancé a ver cómo el consejero de gris entero se dirigía encorvado y malhumorado hacia el ascensor, seguido de una parte del séquito del poder.

Cadenas de prepotencia

“Prepotentes”, con esa palabra calificó Fernando Alvarado, secretario de propaganda del Gobierno, a la cadena de TV Ecuavisa por haberse atrevido a protestar frente a la orden de la Secom de transmitir un programa de opinión de un canal de TV confiscado por el Estado.

En buen romance, la imposición de contenidos a los medios de comunicación se llama censura previa. Ecuavisa lo denunció, como antes había transparentado los efectos autocensuradores de la Ley de Comunicación. Protestar frente a los abusos de poder no se llama prepotencia, se llama valentía. Desde el poder, claro, la visión es otra: si no te sometes como los mandriles y sin chistar, cometes el peor delito de todos, la prepotencia.

La censura previa vía imposición de contenidos a los medios es lamentablemente una constante en el Ecuador, pese a que los académicos al servicio el poder y los contratistas de la censura traten de negar lo evidente: hasta agosto de 2013, la Secom ha obligado a los medios audiovisuales ecuatorianos a la retransmisión de 2 181 “cadenas nacionales”, 1 651 en TV y 530 en radio, con un total de 15 621 minutos de emisión. Hoy, por supuesto, la cifra se ha multiplicado.

En realidad, prepotente es quien abusa de su poder y evidentemente la Secom lo hace utilizando para ello oscuros marcos legales que se instauraron en la dictadura y que no habían sido utilizados por ningún Gobierno, incluida la misma dictadura militar, como un mecanismo de censura, tal como se lo ha hecho desde 2007.

Y también un enorme poder mediático que ha acumulado. Al punto que al mismo Fernando Alvarado le basta levantar un dedo o mejor dicho un tuit para ordenar gigantescas operaciones de propaganda como la que se montó en días pasados contra Diario HOY. Lo más interesante es que ya ni siquiera se cuidan de evidenciar el manejo grotesco de medios que se autocalifican de “públicos” y cuyos directivos tienen la osadía de reclamar independencia. El sábado 29 de junio, Alvarado escribió en su cuenta de Twitter lo siguiente: “He leído con asombro e indignación cómo el titular del@HoyComEc miente sobre la situación del diario, en su versión impresa. Frente al engaño del@HoyComEc en el que culpa al gobierno y a la nueva Ley de Comunicación de un supuesto deterioro a “sus libertades” no hay otra opción q aclarar pronto sus falsedades y exponer las verdaderas razones por las q este medio deja de imprimir sus diarios”.

Abracadabra: desde el 1o. de julio de 2014 los medios en manos del Estado y la Secretaría Nacional de Comunicación (Secom) emprendieron la campaña de desprestigio en la que llegaron a acusaciones gravísimas con supuestas fuentes anónimas, en unos casos, o información que está en manos de diversas instancias del Estado, alguna incluso confidencial.

El manejo de los medios como mecanismos de propaganda y no de información, una vez más queda evidenciado con las declaraciones del Secretario Alvarado, en las cuales acusó a Ecuavisa de prepotente: “Como Secretaría de Comunicación nos vemos obligados, mediante instrumentos que nos da la ley, a generar espacios de comunicación donde la ciudadanía pueda ver las dos visiones contrapropuestas una con otra”, indicó. ¿Cómo? Rebobinemos… ¿Un programa de opinión de un canal de TV, que se supone que guarda cierta independencia y conducido por un periodista supuestamente imparcial, se decide en las oficinas de la Secretaría de Comunicación, al punto que sus funcionarios son los que negocian hasta el “talento” de pantalla?

Y hablan de prepotencia…

El Telégrafo miente

el telegrafo

“Cuatro ONG locales captaron 263.272 dólares de la NED” es el titular del artículo publicado por El Telégrafo el pasado 03 de abril de 2014.Sigue leyendo «El Telégrafo miente»

Lo qué no dijo Correa…

Correa caricatura

¿Qué le faltó decir al presidente Correa sobre la Ley de Comunicación en su entrevista con El País? César Ricaurte, director de Fundamedios, hace un recuento de las omisiones en un artículo de opinión, publicado este jueves también en el diario español.
http://bit.ly/1gaU2HI

Réquiem por un sueño

359 761 firmas de 757.923… Casi 400 000 firmas mando el Consejo Nacional Electoral al tacho de la basura con la sonrisa a flor de labios de su presidente. Supongo que allí estará mi firma. La de mi esposa y de todos aquellos que conozco y firmaron por el Yasuní.  Quitemos el supongo. En realidad, con las cerca de 400 000 firmas no validadas, mandaron a la basura todas la voluntad de todos los ciudadanos que queríamos que se ejerza la democracia para tomar una decisión que no afecta solo a quienes estamos aquí y ahora.

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Ares Rights, el censor

No es el primer caso. Abusando de las leyes de derechos de autor, la empresa española Ares Right, al servicio del Gobierno ecuatoriano y del partido oficial ha logrado que los canales de comunicación de Internet censuren («den de baja», eufemísticamente) contenidos críticos sobre la actual administración alegando que vulneran «sus» derechos intelectuales, legales o morales.

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