Ok. Listo. Después de haber finalizado la séptima temporada de “Games of Thrones”, ¿cuál es la sensación inmediata? para mi es que lo de este julio y agosto no fue más que un “Games of Times” antes que un “Games of Thrones”. El ganar el tiempo necesario para que -de una buena vez- el bueno de George acabé el séptimo y el octavo volumen de la saga y podemos retomar la calidad original.
Y si no es así, que todo se vaya al diablo: ¡Fuck you HBO!
Por ahora, está claro, que la última temporada fue más ruido que nueces y que los escritores a sueldo contratados por HBO no hacen entre todos ni un medio Martin. En fin, que en la actual deriva, esto acabó como trama de telenovela venezolana de los 80 o mexicana de los 70 y Jon Snow se unió a María la del Barrio o Cristal para pasar de ser el bastardo al dueño de todo.
Por suerte, está el Invierno, los dragones, el ejército de caminantes blancos y Jaime Lannister, el único personaje principal que conserva algo de dignidad. Todos los demás, en especial Cersei, Daenerys y hasta el bueno de Tyrion se han convertido en caricaturas de si mismos.
Los secundarios han soportado mejor el maltrato de la mediocridad de los actuales guionistas y han dado algún soporte a una séptima temporada que no debió haber existido, claro que Euron Greyjoy sería francamente impresentable hasta para un capítulo de Tres Familias.
Salvo algunos altos como el degollamiento de Littlefinger’s, este séptimo ciclo ha sido de vergüenza ajena. En fin, es mejor hacer esto: A veces la vida pone a prueba la capacidad de hacernos los cojudos. Así, que me voy a hacer el cojudo, le regalo a HBO los 19 dólares que me costó la suscripción solo para seguir la serie y diré que esta séptima temporada nunca existió. Lo negaré aún bajo tortura y seguiré esperando que George R.R. Martin ponga su gordo trasero en la silla y termine de una buena vez los dos libros que nos debe.